EL EMPARRADO DE ROSAS: ACEPTAR LAS DIFICULTADES DE LA VIDA POR UN BIEN MAYOR
EVANGELIO: Juan 14, 6-7
Jesús le dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais, y desde ahora le conocéis y le habéis visto».
LECTURA: Rosas y espinas
Una noche de 1864 Don Bosco narra a los primeros salesianos un sueño que tuviera diecisiete años antes, en 1847: «El emparrado de rosas».
“Pero nada fue sencillo aquella noche,
¡Cuánto sufrimiento hubimos de soportar nosotras y nuestro soñador!
Todo ocurrió de improviso, como en un sueño. Sin mediar palabra, Don Bosco se adentró por el túnel que forjaban cientos y miles de rosas.
Para no aplastarnos, se quitó los zapatos. Comenzó a caminar descalzo. ¡Grave error! Intentamos en vano disuadirle.
Sonrió al notar las caricias de nuestros pétalos en sus pies. Pero de pronto, sintió el primer pinchazo de nuestras espinas. Apretó los labios. Siguió caminando. Cuando notó la segunda punzada, no pudo reprimir un gesto de dolor. Luego otra, otra y otra… Así fue como aprendió que el sendero que pretendía recorrer era un camino de rosas… con espinas.
De repente un grupo de personas se adentró en la pérgola de rosas. Pretendía seguir las huellas del joven sacerdote. Pero sus sonrisas ingenuas se transformaron prontamente en muecas de dolor y desencanto: nuestras espinas también lastimaban sus pies. Se alejaron con la misma rapidez con la que habían iniciado su atolondrado caminar.
Al verlos partir, Don Bosco se detuvo. Al dolor que le producíamos, se unía ahora el aguijón de la soledad. Duda y desaliento anidaron en su interior.
Cuando las rosas creímos que el joven sacerdote iba a abandonar, un nuevo grupo irrumpió en la pérgola. Eran jóvenes. Avanzaban decididos. Don Bosco les contempló con afecto. Les acogió.
ORACIÓN: Pedimos al Señor que nos acompañe siempre en nuestra caminar diario.
Guio sus pasos.
Intuyeron nuevos paisajes
más allá del lacerante camino
por el que ahora transitaban. Soportaron el dolor.
Vencieron dificultades. Avanzaron unidos.
Tras largo trayecto, exhaustos y ensangrentados, llegaron a un nuevo vergel: «El jardín de las rosas sin espinas». Sopló una suave brisa. Sanaron sus heridas.
Finalmente
apareció una «Señora». Les desveló el sentido de su agotadora travesía. Y les habló sobre todo de nosotras.
Porque, aunque nacidas
entre las imágenes
de un sueño, las rosas
con espinas siempre fuimos, y seremos, tan reales como la
vida de cada día”.
REFLEXIÓN
Con el simbolismo de las rosas y sus espinas les muestra la importancia del esfuerzo, la caridad y la entrega para hacer el bien a los jóvenes.